domingo, 11 de enero de 2015

CATEDRATICO DE DERECHO INTERNACIONAL Y RRII, LORD OF LECKHAMPSTEAD, UK

             Autor: Dr. José Gesto, Consejero Privado, Maestro Emérito
Cedidos todos los derechos al Instituto “MATATIPAC”, Tepic Nayarit, México. (Diciembre, 2014)

el marketing político: comunicación política y estrategia electoral


resumen: El presente artículo reúne diversas variables de análisis para la comprensión teórica del marketing político, considerando los elementos más relevantes de la comunicación política. Se analizan las transformaciones de la política y las campañas electorales a partir de la aplicación del marketing político, la presencia masiva de medios de comunicación y los sondeos de opinión. También se analiza la importancia del marketing estratégico en la construcción de campañas electorales. Finalmente, se describe la evolución del marketing político en España y su situación actual.

palabras claves: Comunicación Política, procesos electorales, campañas electorales, partidos políticos, marketing político, marketing estratégico, publicidad, democracia, España.

abstract: The article gathers various analysis variables for the theoretical understanding of the political marketing, considering the political communication’s most important elements. The article analyzes the changes of politics and election campaigns related to application of political marketing, the massive presence of media and opinion polis. We also analyze the importance of strategic marketing in election campaigns. Finally, the article describes the evolution of political marketing in Spain and its current situation.

key words: Political Communication, electoral processes, election campaigns,  political parties, political marketing, strategic marketing, advertising, democracy, Spain



Sumario:




Introducción.


Desde hace algunas décadas, el marketing político comenzó a desarrollarse y extenderse en los Estados Unidos para luego irradiar su influencia hacia todas las democracias occidentales. De este modo, poco a poco, las técnicas utilizadas en el marketing empresarial para difundir, publicitar y vender productos fueron aplicadas al ámbito político, para dar a conocer y “vender” ideas, programas políticos, partidos y candidatos.
Este proceso implico una profunda transformación en la comunicación política. En menos de medio siglo hemos visto el abandono de las campañas políticas basadas en el contacto directo de los candidatos y los electores, con el simultáneo desarrollo de las campañas modernas caracterizadas por la elaboración de estrategias políticas, comunicacionales y publicitarias a cargo de expertos en comunicación y marketing que asesoran a los partidos y candidatos para lograr la adhesión y simpatía de la mayor cantidad de ciudadanos.
Esta transformación se produjo de la mano del crecimiento de los medios masivos de comunicación, comenzando por la televisión y llegando a la actual difusión de internet y el rol creciente que ocupa en la vida social. Estos medios han cobrado protagonismo como canales de comunicación política, y si bien aún el marketing directo ocupa un rol importante, lo cierto es que las campañas políticas en general, y sobre todo las campañas electorales, están pensadas a partir de la centralidad de los medios de comunicación como transmisores de propuestas, discursos e imágenes políticas.
Esta profesionalización y sofisticación de las campañas electorales se produjo de manera tardía en España. No obstante, actualmente se ha generalizado el uso del marketing político en nuestro país y los medios de comunicación masivos son el canal privilegiado para la difusión de ideas y el posicionamiento de partidos y candidatos. Este proceso ha generado el contento de algunos y la resistencia de otros, pero lo cierto es que se trata de un hecho de la vida política que difícilmente pueda ser revertido.
En este marco, en el presente trabajo nos proponemos analizar brevemente la historia del marketing político, sus principales herramientas y las características del marketing estratégico con sus diversos componentes (estrategia política, estrategia comunicacional y estrategia publicitaria), teniendo en cuenta cómo estos elementos se ponen en juego a la hora de planificar y diseñar una estrategia electoral. Finalmente, analizaremos la evolución específica que tuvo el marketing político en España y su situación actual.

La comunicación política y el marketing político


La comunicación política es un concepto que ha sido definido de maneras diferentes por los autores que se han abocado a su estudio, y hasta el momento no existe consenso en su caracterización. Algunos investigadores la definen de manera amplia como todo proceso de comunicación que se da en el ámbito político (Chafee, 1975).
Otros autores, de manera un poco más detallada, definen a la comunicación política como “la actividad de determinadas personas e instituciones (políticos, comunicadores, periodistas y ciudadanos), en la que, como resultado de la interacción, se produce un intercambio de mensajes con los que se articula la toma de decisiones políticas así como la aplicación de estas en la comunidad” (Canel, 2006: 27). Esta definición no sólo menciona la multiplicidad de actores involucrados en los procesos de comunicación política sino que también define el horizonte de esta comunicación: articular la toma de decisiones políticas y su aplicación.
Otros autores definen a la comunicación política de una manera más ligada a los procesos electorales de las democracias representativas. Norris (2002), por ejemplo, considera que la comunicación política es un “proceso interactivo que involucra la transmisión de información entre políticos, medios de comunicación y votantes” (Norris, 2002: 19). Como puede verse, en este caso la ciudadanía es pensada exclusivamente como electorado y la única mediación que existe entre los votantes y los candidatos son los medios de comunicación. En efecto, este autor considera que éste es el triángulo básico para comprender la comunicación política, y retoma en este sentido la caracterización que realizó Lazarsferd en 1954 (García, D´Adamo y Slavinsky, 2007: 37).
Hay quienes consideran, en cambio, que si bien las campañas electorales constituyen un momento intenso de la comunicación política, ésta no se circunscribe a las mismas sino que forma parte de un proceso constante de interacción entre distintos actores de la comunidad.  En este marco, no solamente las actividades de comunicación que realizan los partidos o candidatos se consideran parte de la comunicación política, sino también las de los ciudadanos y de otros actores que participan en este proceso interactivo (Canel, 2006).
Otros autores, como Wolton (1995), consideran que la comunicación política puede definirse como un espacio de interacción “en el que se intercambian los discursos contradictorios que tienen legitimidad para expresarse públicamente sobre la política: los políticos, los periodistas y la opinión pública a través de los sondeos” (Wolton, 1995: 31). Como puede observarse, esta definición agrega dos elementos novedosos a la comunicación política: por un lado, el carácter contradictorio de los discursos políticos que la constituyen, por otro, su legitimidad para ser expresados públicamente.
Esta interacción planteada por Wolton (1995) podría graficarse como un triángulo cuyos vértices están en tensión, en la medida en que los intereses de los tres grupos –políticos, periodistas, opinión pública- operan siempre en contrapunto. Es justamente esa tensión la que mantiene el sistema en equilibrio inestable. Cuando alguno de esos tres actores se acerca demasiado a los otros, se cae en los vicios de la comunicación política, que el autor tipifica en tres tipos (Wolton, 1995):
1.      La demagogia, que se produce cuando los políticos actúan en función de los sondeos, tratando de congraciarse todo el tiempo con la opinión pública

2.      El comercialismo, que sucede los periodistas dejan de dar las noticias y convierten los medios en puro negocio y entretenimiento, dejando de cumplir su rol de vigilancia y renunciando a su función informativa

3.      La complicidad, que se produce cuando política y prensa se acercan demasiado y empiezan a pensar que lo publicado es todo lo que existe, dejando de escuchar otras voces públicas.

Gráfico Nº1. Los riesgos de la comunicación política (Wolton, 1995).

Ahora bien, implicado directamente en los procesos que implican la comunicación política, se encuentra el marketing político, que puede ser definido de manera amplia como un “conjunto de técnicas de investigación, planificación, gerenciamiento y comunicación que se utilizan en el diseño y ejecución de acciones estratégicas y tácticas a lo largo de una campaña política, sea esta electoral o de difusión institucional” (Martínez, 2001: 32).
En este sentido, el marketing político constituye básicamente un  repertorio de técnicas originalmente creadas para la venta y difusión de productos, que son empleadas en el ámbito de la política para influir en las actitudes y en las conductas de los ciudadanos con respecto a determinadas ideas, programas y acciones de organismos o personas que poseen o aspiran a poseer el poder político. En este marco, la tarea del marketing político consiste en captar las necesidades de la ciudadanía para construir, en base a dichas necesidades, un programa ideológico que les de respuesta  y un candidato que encarne esa propuesta.
Barranco (1997: 13) describe las principales técnicas aplicadas en el marketing político:
1.      Investigación del mercado político. Es preciso analizar lo que la gente necesita, es decir, aquello que los ciudadanos demandan de los políticos. Se investigan, de este modo, las necesidades, expectativas, creencias, actitudes hacia ciertos temas e, incluso, los consumos culturales de los diferentes segmentos de votantes. Conocer estas lógicas actuales de “consumo de la política”  es fundamental ya que brinda los insumos para diseñar las estrategias que permitan alcanzar los objetivos definidos: concretamente, la elaboración de campañas  adecuadas para interpelar a los ciudadanos y convencerlos.

2.      Técnica o política del producto. A partir de las ideas de los ciudadanos surgen los programas de trabajo y el perfil del candidato a elegir.

3.      Técnica de venta política. Son las acciones que el candidato realiza para convencer al mercado electoral y obtener su voto, apoyado de los medios de comunicación.

4.      Publicidad política. Implica la acción de ofrecer información adecuada para que la ciudadanía conozca y pueda elegir conscientemente a sus representantes políticos.

Finalmente, siguiendo a Maarek (1997), es posible enumerar cuatro principios aplicables de manera generalizada al proceso de marketing político:
·     En primer lugar, la coherencia, que determina que ninguna decisión puede ser tomada sin tener en cuenta el resto de ellas. Cada acto de comunicación política debe estar relacionado con las demás y debe apuntar en la misma dirección que el resto.

·     En segundo lugar, el examen sistemático de las campañas anteriores. Este proceso de revisión de las comunicaciones políticas previas permite planificar redefiniciones que mantengan cierto grado de coherencia, pero con variaciones que se adecuen a las nuevas demandas de la comunidad.

·     En tercer lugar, Maarek (1997) menciona la diferenciación mínima. Esto quiere decir que en el proceso de comunicación política es importante señalar aquellos aspectos que diferencian al partido y al candidato de sus oponentes, volviéndolo único a los ojos de la audiencia y dando a los ciudadanos una razón para elegirlo.

·     Por último, la máxima seguridad, que implica que ninguna estrategia de comunicación debe poner en peligro al candidato o partido político en cuestión.

Ahora bien, es importante mencionar que el marketing político no se circunscribe al marketing electoral. Si bien las campañas electorales son un momento muy importante para la comunicación política y el marketing político, es necesario señalar que existen otras formas de marketing asociadas a la política, además del electoral: el marketing político que se establece más allá de las elecciones, para ganar adhesiones y legitimidad; y el marketing gubernamental que se establece desde el poder de gobierno, para mantenerlo y lograr la aceptación de la ciudadanía. 



Evolución histórica del marketing político


El marketing político nace y vive sus primeros desarrollos en Estados Unidos. En este país, la última campaña electoral elaborada sin recurrir a lo que hoy en día se conoce como marketing político fue la realizada por Truman en el año 1948 (Orosa González, 2009).
Muchos autores se han preguntado por qué el surgimiento del marketing político tuvo lugar en este país, o bien por qué tuvo en Estados Unidos una evolución tan rápida y sólo después de varios años comenzó a extenderse al resto del mundo. De acuerdo con Maarek (1997), existen tres grandes razones que explican este fenómeno:
1.   En primer lugar, es posible decir que el sistema electoral norteamericano es especialmente propicio para el surgimiento del marketing político. En este país, las elecciones presidenciales vienen siempre precedidas por las elecciones primarias en la cual los dos principales partidos eligen a su candidato durante una convención en la que participan los delegados que representan a los militantes del partido. Este sistema de elecciones primarias implica un esfuerzo considerable de comunicación política, pues es mucho más difícil diferenciarse de un político que comparte un conjunto de ideas similares (y por eso pertenece a la misma fuerza partidaria) que de un candidato con una ideología opuesta a la propia. Esto brinda un marco propicio para la innovación de técnicas y estrategias de comunicación política y explica por qué, una vez surgido el marketing político, el mismo fue acogido con tanta celeridad.

2.   En segundo lugar, la tradición norteamericana de celebrar elecciones para cargos públicos (sheriff, alcalde, juez, etc.) también implican un esfuerzo considerable de comunicación política, pues son muchas las instancias en las cuales los candidatos a diversos cargos deben llevar su mensaje a la gente.

3.   Por último, la rápida expansión que tuvieron los medios de comunicación masivos en este país también juega un rol fundamental en este proceso. Es importante considerar, en este sentido, que ya en 1952 el 40% de los norteamericanos disponían de un aparato de televisión, mientras que en países europeos como Francia, 5 años después tan solo el 4% de la población disponía de este medio (Maarek, 1997).

A estos factores, Martín Salgado (2002) agrega dos nuevos elementos:
4.      La naturaleza de los partidos estadounidenses como organizaciones descentralizadas con un escaso número de afiliados. Esto genera, de acuerdo a este autor, que el perfil de los votantes fieles a cada partido varíe en función de los diferentes estados obligando a los candidatos a ajustar constantemente su estrategia de comunicación nacional a las particularidades del lugar donde están haciendo campaña.

5.      Por otra parte, el autor menciona que un tercio del electorado norteamericano sostiene no tener ninguna inclinación política, de modo que existe una baja lealtad a los partidos. En este contexto, el marketing político es una herramienta importante para convencer a ese porcentaje elevado de electores que no tienen definido su voto antes de la campaña electoral.

En lo que refiere a la periodización de la historia del marketing político en Estados Unidos, podemos mencionar la propuesta de Maarek (1997), que divide su evolución en los siguientes tres períodos:
·        Infancia del marketing político (1952-1960):
La historia del marketing político comienza, para este autor, con las elecciones presidenciales de 1952, cuando los dos principales partidos asignan una partida presupuestaria a la comunicación política y contratan especialistas para encargarse de la misma. La campaña del candidato del Partido Republicano, Eisenhower, fue elaborada por uno de los pioneros del marketing comercial audiovisual, Tom Reeves, quien elaboro 49 anuncios concebidos para realzar la imagen política del candidato durante la campaña y fueron difundidos por televisión. También en este año, por primera vez, se efectúan encuestas de opinión para determinar el contenido de los anuncios, así como un estudio pionero de la correlación entre el comportamiento del elector y factores geográficos.
Posteriormente, en las elecciones de 1956, se apuesta por una difusión de anuncios publicitarios más cortos en las tandas de los programas televisivos más importantes. De este modo, se logra alcanzar una mayor audiencia con menor gasto. También nace en estas elecciones la utilización de los anuncios negativos: los asesores del Partido Demócrata deciden volver a emitir los anuncios que Eisenhower había utilizado en la campaña de 1952 añadiendo a cada promesa una voz en off que preguntaba: ¿cómo dice, mi general? Con esta estrategia, se buscaba poner de manifiesto que la promesa había sido incumplida.
En las elecciones de 1960, Kennedy fue el primer candidato en la historia que aceptó someterse a un proceso de aprendizaje donde le indicaban cómo debía actuar en público. Fue aleccionado por dos asesores de relaciones públicas que fueron en parte responsables de que la imagen proyectada por Kennedy en los debates televisivos mantenidos con Nixon fuera mucho mejor, ayudándolo en su estrecha victoria electoral.

·        Adolescencia del marketing político (1964-1976):
En las elecciones de 1964, un anuncio televisivo del partido demócrata pone de manifiesto por primera vez el gran impacto que puede tener una campaña negativa. En el marco de la guerra fría y la guerra de Vietnam, el candidato republicano Goldwater se había declarado partidario de la utilización de armas nucleares. En este contexto, los asesores del partido adversario elaboran el denominado “spot de la margarita”. En este anuncio aparece una niña arrancando los pétalos de una margarita, contando desde el número uno al nueve. En el momento de llegar a diez, la cámara se centra en los ojos de la niña y se escucha una voz que cuenta en sentido regresivo, comenzando por el diez. Al finalizar la cuenta atrás se oye la explosión de una bomba atómica y se ve el reflejo aterrorizado del ojo de la niña mientras se escucha la voz del candidato demócrata diciendo: “Tenemos ante nosotros el reto de construir un mundo en el que puedan vivir los niños, hijos todos de Dios, o hundirnos en las tinieblas. Hemos de amarnos entre nosotros o morir”. Luego, otra voz en off dice: “Vote a Johnson como presidente el 3 de Noviembre. Los retos son demasiado grandes como para quedarse en casa”. Este anuncio fue emitido sólo una vez, en una tanda de un programa de gran audiencia. Los republicanos se quejaron de que se habían sobrepasado los límites de lo aceptable para un anuncio negativo y el spot nunca volvió a emitirse. Pero la imagen de Goldwater vinculada a la explosión nunca se borró de los electores.
En las elecciones de 1972, en la campaña de McGovern contra Nixon se usa por primera vez la adaptación televisiva de una técnica para filmar textos. El anuncio consistía en un largo texto leído por una voz en off que presentaba datos sobre la situación económica. Después, se criticaba la suba de precios en artículos de primera necesidad y se emitía una pregunta: ¿puede usted permitirse otros cuatro años de Nixon?
En las elecciones de 1976, se reanudan los debates televisados y se eliminan los últimos obstáculos a la publicidad política. En esta campaña, los asesores de Reagan elaboraron una aparición pública filmando al candidato con la misma técnica e imagen que los telediarios, que fue emitido inmediatamente después de los mismos: el objetivo era que la audiencia concediera al mensaje del anuncio la misma credibilidad que otorga a los telediarios. A su vez, el candidato al senador Wallop es presentado a lomos de un caballo blanco delante de una estampida, emulando al spot de Marlboro. Este momento es considerado por el autor la llegada a la madurez del marketing político: todas las imágenes (las creíbles, como el telediario, y las inverosímiles, como el anuncio de Marlboro) se ponen al servicio de conseguir electores.

·        Edad adulta del marketing político (A partir de los `80)
A partir de la década del `80, la mitad de los fondos federales concedidos en Estados Unidos para campañas de los candidatos a la presidencia comienza a ser destinada a la televisión. Asimismo, comienzan a aparecer multimillonarios con aspiraciones políticas que tienen recursos para destinar a costosas campañas personales que les permiten instalarse en los medios y hacer carrera. Las campañas se vuelven más agresivas y la centralidad del marketing en el proceso electoral se vuelve notable.
Posteriormente, la aparición de internet constituyó una de las nuevas revoluciones dentro de las herramientas de comunicación a emplear en las campañas políticas. Bob Dole, en las elecciones de 1996, fue el primer candidato presidencial en mencionar su página Web a la audiencia de su país. El rápido crecimiento de las conexiones a internet en Estados Unidos ha favorecido el desarrollo de esta nueva herramienta del marketing político.

Ahora bien, es importante señalar que, durante este proceso, gradualmente la influencia de Estados Unidos comienza a llegar al resto de las democracias occidentales. En general, en Europa el proceso es más tardío y especialmente en España el retraso con respecto a Estados Unidos es de varios años.
Esto se debe en parte a que el crecimiento de los medios de comunicación en estos países es también mucho más lento. La televisión tardó muchísimo más en ocupar un lugar importante en la vida de los ciudadanos europeos y lo mismo ocurrió con Internet. Un ejemplo de esto es que recién en las elecciones nacionales de 2000 los diferentes partidos españoles comienzan a transmitir por primera vez en sus paneles publicitarios las primeras páginas Web.

Estado del arte: investigaciones sobre marketing político


Dentro del campo del marketing político, las primeras investigaciones se desarrollaron principalmente en Estados Unidos. Esto no es casual, si consideramos que el desarrollo del marketing político como tal también tuvo su origen y primer crecimiento en este país. Es por este motivo que la experiencia acumulada en Norteamérica en esta área es más notable que en otras partes del mundo, como Europa o América Latina, por ejemplo. Esto se plasma en la temprana profesionalización que han adquirido en dicho país las campañas políticas, lo cual ha brindado a los académicos norteamericanos una fuente de información muy rica para el estudio y análisis de los comportamientos derivados de la comunicación política (Wring, 1997).
Uno de los primeros trabajos de investigación que pueden encontrarse acerca de las campañas electorales y la comunicación política en este país se titula Professional Public Relations and Political Power, y fue elaborado por Kelley en la década del ´50 para estudiar el impacto que tuvo la aparición de Campaigns Inc. -la primera compañía consultora de servicios electorales- en el desarrollo de la comunicación política durante los años `30 en Estados Unidos. En este trabajo se puede encontrar una de las primeras referencias a la noción de “marketing político”.
Posteriormente, se publica el libro titulado An Economic Theory of Democracy (Downs, 1957) en el cual se estudia, entre otras cosas, el comportamiento del elector desde una perspectiva económica. Este trabajo es muy importante en la historia del marketing político: de hecho, constituye una referencia obligada para todos los trabajos académicos que se focalizan en el análisis de los procesos de toma de decisiones políticas, tanto desde el punto de vista del elector como de los partidos políticos. No obstante, la recomendación general que se sigue de este trabajo de investigación ha sido muchas veces criticada. En términos generales, Downs (1957) plantea que todo partido debe posicionarse en función del votante medio. Hoy se considera que si un partido sólo sigue esta máxima general puede padecer problemas de credibilidad y pérdida de la identidad (Robertson, 1976).
Posteriormente, Kelley publica un segundo estudio basado en el análisis de las campañas políticas. Este estudio resultó de suma importancia en el contexto político norteamericano de 1960 y, de hecho, influyó notablemente en la elaboración de otro trabajo de investigación, titulado The Making of the President, publicado por White (1962), en el que se analiza la construcción política de la campaña profesional que le otorgó la victoria electoral a Keneddy.
Desde fines de los años `60, los estudios vinculados con el marketing político comenzaron a enfocarse en el impacto que los medios de comunicación comenzaban a producir en las campañas electorales. Uno de los trabajos pioneros en este sentido es el estudio de McGinninss`s (1969) titulado The Selling of the President, donde se analiza la importancia que tuvo la publicidad en la campaña exitosa de Nixon que lo llevó al poder en 1968. Poco después se publicaron The Political Persuaders (Nimmo, 1970) y The Election Men  (Rosenbloom, 1973) que también constituyen trabajos pioneros en lo que refiere a la construcción de campañas electorales.
Posteriormente, a mediados de la década del `70, el análisis de las campañas políticas da un giro: aparece una nueva corriente que comienza a utilizar métodos cuantitativos para medir el efecto de la publicidad política en el electorado y elaboran los primeros estudios académicos sobre el comportamiento del elector. Muchos de estos estudios se abocaron principalmente a estudiar los cambios del electorado en relación con distintas estrategias electorales y, principalmente, en relación con la publicidad política (Atkin y Heald, 1976; Kaid, 1976). En aquel momento, la conclusión común de la mayoría de estos estudios fue que la publicidad no cumplía un rol importante en elecciones de alto nivel pero tenía un papel significativo en elecciones de menor perfil competitivo.
Paralelamente, algunos investigadores comenzaron a estudiar aspectos más concretos y específicos vinculados con el trabajo desarrollado en una elección (Kotler, 1975; Shama, 1974) y estudiaron también cuáles eran las mejores formas de crear una estrategia electoral (Agranoff, 1976; Steinberg, 1976). Este avance se plasma, a nivel concreto, en la sofisticación de las campañas electorales de Carter y Reagan.
Posteriormente, se desarrollaron estudios más específicos que daban cuenta del rol que cumplen determinados medios en la construcción de una campaña durante un proceso electoral: ya sea la televisión (Patterson, 1980), la publicidad política (Diamond y Bates, 1984; Perry, 1984), o el marketing directo (Godwin, 1988).
A partir de todas estas investigaciones, acumulando la información y experiencia adquirida, Mauser (1983) elabora un trabajo donde se indica cómo es posible utilizar el conocimiento desarrollado en el marketing empresarial (orientado al desarrollo de nuevos productos) para conseguir estrategias de éxito electoral. Este trabajo sienta las bases del marketing político como disciplina.
Otra línea de investigación importante en Estados Unidos es la que intenta explicar las diferencias del comportamiento de los votantes según su género, a lo que normalmente se denomina “gender gap”. Concretamente, se analizaron aquellos aspectos políticos en los cuales mujeres y hombres tendían a ofrecer con mayor frecuencia opiniones diferentes, como por ejemplo la política de inmigración (Fite, Genest y Wilcox, 1990), la violencia (Conover y Sapiro, 1993), las condiciones financieras (Welch y Hibbing, 1992) y la política económica (May y Stephenson, 1994).
Ahora bien, es interesante señalar que la mayoría de estos estudios comparten un elemento común importante: en los trabajos norteamericanos, es esencial el papel que se le atribuye al candidato político. Esta centralidad del candidato se puede rastrear en los modelos que pretenden explicar el comportamiento del elector aportados por Shama (1974) y Newman y Seth (1987), ya que ambos se basan en la imagen que el elector tiene del candidato.
Pero también en Europa numerosos investigadores se han abocado al estudio del marketing político. En Francia, por ejemplo, se puede mencionar el trabajo pionero Marketing Politique et Social de Lindon (1976) y los numerosos artículos publicados en la edición especialmente dedicada al marketing político de la Reveu de Marketing Francaise (Marti, 1988). En Alemania, Wagen (1983) es conocido como uno de los primeros en estudiar el marketing político. En Italia podemos citar a Mazzeloni (1991) como uno de los investigadores que ha trabajado en el terreno del marketing político. En España, podemos mencionar a Barranco (1982), Alonso y Menéndez (1983), Ortiz (1983), Luque (1996) y Periañez Cañadillas (2000), entre otros. En el Reino Unido podemos citar la obra de Lees-Marshment (2001). Una característica propia de los trabajos europeos es que no comparten la centralidad de la imagen del candidato que es un elemento común en las investigaciones norteamericanas.

Marketing estratégico: estrategia política, estrategia comunicacional y estrategia publicitaria


Antes de analizar qué es el marketing estratégico, es importante tratar de definir, aunque sea de manera amplia, qué es una estrategia. Esto no es fácil, ya que existen múltiples definiciones de este concepto. Algunos autores definen a la estrategia desde su utilidad, como un plan integral en el que cobra sentido todo lo que se hace y se deja de hacer y todo lo que se comunica y se deja de comunicar (Izurieta, 2003: 35). En esta misma línea, otros sostienen que una estrategia nos indica qué hacer y qué no hacer en cada momento, en cada circunstancia, para alcanzar el objetivo propuesto (Meléndez, 2009: 17).
Teniendo en cuenta estas definiciones, es posible decir que una estrategia tiene como principal utilidad permitirnos orientar y planificar nuestras acciones para poder alcanzar un determinado objetivo que nos hemos planteado como horizonte. Es la guía que nos indica el camino que debemos recorrer y que evita los pasos en falso y las improvisaciones.
De una manera más amplia y específica, Alberto (2005) considera que una estrategia debe incluir simultáneamente ocho dimensiones: anticipación, decisión, método, posición y ventaja, marco de referencia, perspectiva, discurso y relación con el entorno (Alberto, 2005: 140).
Plantea, entonces, los siguientes puntos que de manera conjunta permiten arribar a una caracterización del concepto de estrategia (Alberto, 2005: 140-142):
·        La estrategia como anticipación: toda estrategia es una anticipación del futuro, una reacción presente ante el futuro, requiere de la prospectiva para su realización.
·        La estrategia como decisión: toda estrategia es un conjunto de decisiones.
·        La estrategia como método: toda estrategia define cómo se alcanzan los objetivos.
·        La estrategia como posición y ventaja: toda estrategia busca establecer un lugar de combate en el que las fuerzas propias se encuentren en estado de superioridad.
·        La estrategia como marco de referencia: toda estrategia constituye un marco unitario de referencia de los territorios de actuación que indica el camino que se desea recorrer
·        La estrategia como perspectiva: toda estrategia indica el camino para no salirse del sendero elegido
·        La estrategia como discurso y lógica de acción: toda estrategia implica una enunciación discursiva de un conjunto de acciones.
·        La estrategia como relación con el entorno: toda estrategia implica la elección de un estilo, una forma de relación con el entorno.

Ahora bien, una estrategia comunicacional puede ser definida como la combinación de métodos, mensajes y enfoque por medios de los cuales una persona y organismo busca alcanzar ciertos objetivos de comunicación (Assifi y French, 1991). Es decir, una vez que uno conoce qué quiere comunicar, una estrategia permite seleccionar los mejores métodos, enfoques y medios para la transmisión de estos mensajes.
Esta es una de las tareas de las que se encarga el marketing político. Martínez  (2001) sostiene que esta disciplina es básicamente una disciplina estratégica, que aborda simultáneamente tres niveles básicos de planificación y ejecución: la estrategia política, la estrategia comunicacional y la estrategia publicitaria.
1.                          La estrategia política: constituye el primero de estos niveles y tiene como principal objetivo diseñar la propuesta, el “qué decir”. Con este horizonte, se recolecta la información adecuada y actualizada de lo que se pretende ofrecer a la ciudadanía. Esta tarea tiene como protagonistas al candidato, sus asesores más cercanos y los cuadros de primera línea de la fuerza política a la que pertenecen. En este equipo, el rol del profesional en marketing político consiste básicamente en colaborar con el diagnóstico, el diseño, la articulación y la sistematización de la propuesta política.

2.                          La estrategia comunicacional: es el segundo nivel, en el cual se elabora el discurso político estableciendo un esquema de comunicación donde existe un candidato-emisor, un ciudadano-receptor y un conjunto de medios masivos que transportan los mensajes del primero hacia el segundo.

3.                          La estrategia publicitaria: constituye el tercer nivel y está basada en la construcción de la imagen política, que implica mucho más que la apariencia física del candidato, a saber: tanto los aspectos visibles (rasgos, estética, vestimentas) como sus actitudes, su estilo de comunicar, su pasado, sus ideas y contextos de pertenencia familiar, profesional y partidaria.

la estrategia electoral: la construcción de una campaña.


Dentro del marketing político, el marketing electoral es aquel que se encuentra directamente focalizado en un determinado proceso electoral para la designación del nuevo gobierno de una determinada comunidad política. En este sentido, el objetivo principal del marketing electoral consiste en la realización de una campaña electoral, diseñada para convencer a los electores a votar por un candidato, partido o programa. Puede decirse entonces que el marketing electoral busca la consecución del voto individual del mayor número de electores posible, en un contexto democrático (Martínez y Salcedo, 1998: 36-37)
Actualmente, no existen campañas electorales que no se realicen de acuerdo a los criterios del marketing político. Este se ha convertido en una herramienta imprescindible para comunicar las propias ideas a la ciudadanía, lograr credibilidad y legitimidad y posicionarse ante los votantes. Sin embargo, esta tarea es cada vez más difícil: el desprestigio en el que ha caído la política como consecuencia de la falta de cumplimiento de las promesas electorales ha generado un descreimiento en la ciudadanía, que a priori tiene cierto nivel de desconfianza generalizada hacia partidos y candidatos. En este contexto, los diseñadores de campaña electorales se convierten principalmente, como sostiene Baena (1998), en “constructores de credibilidad”.
Ahora bien, ¿qué es exactamente una campaña electoral y cómo se construye? Fernández y otros (2007: 4) definen la campaña electoral como un proceso sistemático integrado por diversas etapas estrechamente vinculadas entre sí, cuya finalidad puede consistir en obtener el poder o ganar una elección en primer término, ganar terreno entre el electorado y posicionar las ideas del partido, o bien lograr un determinado porcentaje de la votación para que la fuerza política aspire a ser atractiva para otros partidos y poder concertar alianzas y coaliciones.
Esta definición tiene la virtud de conceptualizar de manera compleja a las campañas electorales. Normalmente, se considera que una campaña de este tipo tiene como único objetivo el triunfo electoral. Sin embargo, esto se encuentra bastante alejado de la realidad. En casi todos los procesos electorales, existen fuerzas partidarias que realizan campañas electorales partiendo de la premisa de que es muy poco probable (por no decir imposible) que se logre un triunfo electoral. En estos casos, la campaña electoral tiene otros objetivos, no menos importantes para una fuerza política: el aprovechamiento de un momento de ebullición en la comunicación política para difundir las ideas de la propia organización y la imagen de uno o más candidatos, con el objetivo de crecer y posicionarse mejor en el mapa político.
En este marco, las campañas electorales no sólo intentan captar el voto sino que  involucran un conjunto de contenidos comunicativos de finalidad política, como la lucha por establecer la agenda pública, la construcción de una imagen negativa de fuerzas adversarias, la comunicación –directa o indirecta- de la red de alianzas existentes en el mapa político de una comunidad, etc. (García B. D´Adamo y Slavinsky, 2007: 20).

Actores involucrados en una campaña electoral.


En lo que refiere a la elaboración de una campaña electoral, de acuerdo con Luque (1996) los actores involucrados en su proceso de construcción son los siguientes:
·        El candidato y su círculo íntimo, conformado por familiares, amigos y personas de confianza.

·        Una base de apoyo constituida por los seguidores más fieles al candidato y/o a su partido.

·        El staff de campaña, conformado por los profesionales de marketing electoral y comunicación política que suelen contratarse como asesores externos.

·        Voluntarios o personal no-remunerado que participa en la campaña política por decisión personal.

·        Grupos de apoyo (círculos profesionales, sindicatos, etc.) que públicamente se declaran como partidarios del candidato o el partido en cuestión.

·        Patrocinadores que brindan su apoyo económico para la realización de la campaña.

Construcción estratégica de una campaña electoral.


Como ya se ha mencionado, la construcción de una campaña electoral es un proceso complejo en el cual existen diversas fases o etapas relacionadas entre sí. Teniendo en cuenta los componentes del marketing estratégico antes señalados, es posible decir que en el marco de una campaña electoral, la estrategia política, la estrategia comunicacional y la estrategia publicitaria deben ser abordadas de manera simultánea y coordinada: la propuesta política -definida por la estrategia política- deber ser traducida en un discurso político –elaborado a partir de una estrategia comunicacional- que se cristaliza a su vez en una imagen política –construida a partir de la estrategia publicitaria-.

1.      La estrategia política en una campaña electoral: el diseño de la propuesta política.
Para definir la propuesta política, es necesario partir de un correcto diagnóstico del panorama político y las necesidades de la comunidad donde se realizará la elección. El marketing político brinda una serie de herramientas que permiten realizar esto de manera profesional:
-         En primer lugar, se realiza un diagnóstico estratégico. Inicialmente, se identifican los principales problemas que afectan a la población del lugar donde se realiza la elección. Se elabora un listado jerarquizado de necesidades y preocupaciones del electorado. Para esto, el profesional de marketing político utiliza métodos de sondeo y medición de la opinión pública (encuestas de opinión, bocas de urna, entrevistas profundas, grupos focales, técnicas de observación y proyección, etc.). Luego, una vez establecidas las necesidades y preocupaciones prioritarias, se elabora un conjunto de alternativas y acciones políticas que podrían solucionar las situaciones relevadas, elaborando un estudio de viabilidad que incluya posibilidades, riesgos y costos implicados en cada uno de los cursos de acción considerados como posibles respuestas a las demandas sociales.
También es importante establecer, en este diagnóstico, una correcta segmentación del mercado electoral. La "segmentación electoral" implica básicamente agrupar conjuntos de votantes con características similares a partir de variables y criterios predefinidos (demográficos, sociológicos, políticos, económicos, etc.). Los segmentos constituyen así conjuntos de electores que comparten características, expectativas o necesidades específicas. El principal beneficio de realizar una segmentación del mercado electoral consiste en que permite evaluar con mayor claridad las oportunidades electorales que existen en la comunidad y emprender, en base a esa evaluación, un trabajo político estratégico diferenciado para cada segmento. Estas acciones estratégicas se traducen en discursos e iniciativas publicitarias que funcionan como herramientas eficaces de posicionamiento electoral.
Muchas veces, luego de la segmentación se procede a utilizar una técnica de “targeting electoral”. Mediante esta herramienta se evalúa la relevancia de los segmentos identificados, se seleccionan los más productivos y se especializa un mensaje político para ellos vía publicidad. De esta manera, se realiza una estrategia publicitaria dirigida a segmentos específicos, permitiendo que el mensaje llegue con mayor fuerza a estos destinatarios sin malgastar recursos. Sin embargo, es muy importante evaluar de manera integral la producción de estrategias publicitarias pues, de otro modo, se corre el riesgo de generar una multiplicidad de mensajes que, por apuntar a diferentes segmentos, se vuelven incoherentes o contradictorios. Por eso normalmente se suele partir de un mensaje único para luego adaptar este contenido a las características específicas de los segmentos seleccionados mediante el “targeting” sin perder la coherencia política.

-         En segundo lugar, se elabora un mapa político que implica un exhaustivo y completo conocimiento de los actores que conforman el escenario socio-político y económico de la elección. Es necesario identificar y caracterizar todos los actores y sus sistemas de relaciones y alianzas. Para realizar este mapa, es preciso delimitar el terreno político en base a criterios ideológicos, partidarios, temáticos y geográficos. También es necesario relevar aquellos grupos de poder que pueden jugar un rol en la definición electoral, como la iglesia, los medios de comunicación, las fuerzas armadas, los sindicatos, las cámaras empresariales, etc. Este mapa debe actualizarse de manera constante, por la naturaleza dinámica de los procesos políticos y los marcos de alianzas.

-         En tercer lugar, se elabora una red motivacional del voto, que consiste en el conjunto de justificaciones racionales e irracionales, conscientes e inconscientes, que constituyen la base valorativa de la decisión electoral. Normalmente, las motivaciones electorales incluyen elementos de identificación, que pueden darse a partir de elementos diversos: identificación política, partidaria de clase, identificación con la idea de cambio o de continuidad, con el candidato, con la propuesta, con el discurso, o con la imagen. Conocer cuál es el tipo de identificación que más influye en los electores a la hora de votar es muy importante para la elaboración de la campaña.

-         Luego, se elabora una estrategia de posicionamiento. Esta es una de las etapas más trascendentes, difíciles y riesgosas en la planificación estratégica de una campaña. Implica decidir cuál será el espacio electoral que el candidato pretende ocupar en el mapa político, es decir, qué busca representar en estas elecciones. Una estrategia de posicionamiento implica siempre un proceso de jerarquización y diferenciación, por eso una campaña exitosa debe estar construida en base a la selección de un número acotado de prioridades políticas presentadas de una manera simple y directa. Toda estrategia de posicionamiento implica simultáneamente un posicionamiento absoluto, que busca la creación en la mente de los votantes de una percepción global de lo que el candidato quiere representar, y un posicionamiento relativo, que apunta a la diferenciación con los demás candidatos.

-         También es necesario realizar un análisis internacional para diseñar, dentro de la campaña, señales de apoyo externo y posicionamiento sobre cuestiones de política y economía internacional.


2.      La estrategia comunicacional en la campaña electoral: elaboración del discurso político.
Si bien la elaboración de una propuesta política acertada es esencial para una campaña, ésta no es garantía de éxito. Es necesario además establecer una buena estrategia comunicacional que logre transmitir y hacer llegar esa propuesta a los electores mediante un discurso político adecuado.
En este marco, el diseño y ejecución de estrategias comunicacionales en una campaña requiere una comprensión cabal del proceso de comunicación política, que está compuesto por un candidato-emisor, un electorado-receptor y medios de transmisión del mensaje, que son los medios de comunicación masivos y formas de encuentro directo (actos, caravanas, etc.). El discurso político es el “envase” semiológico mediante el cual los candidatos hacen llegar el contenido de sus propuestas políticas a los votantes.
De acuerdo con Verón (1997) el diseño de una adecuada estrategia de comunicación política debe considerar a los siguientes actores:
§  Enunciador: es el candidato que emite el discurso.
§  Auditorio: es el público ante el cual se habla.
§  Destinatario: es el conjunto de personas para quien se habla, a quienes se dirige realmente el discurso político. Normalmente, auditorio y destinatario no son idénticos.
§  Prodestinatario: es el simpatizante o militante que forma parte del colectivo de identificación y forma con el candidato un “nosotros” inclusivo.
§  Contradestinatario: es el adversario que se encuentra excluido del “nosotros”.
§  Paradestinatario: es el destinatario indeciso respecto al cual se establece una relación incierta.
Teniendo en cuenta estos actores, se elaboran estrategias discursivas que apuntan a captar la adhesión de cada tipo de destinatario: se elabora un discurso político de “refuerzo” que busca consolidar y mantener el apoyo de los prodestinatarios; un discurso político “polémico” para diferenciarse positivamente de los contradestinatarios; y un “discurso persuasivo” que busca captar a los indecisos.
En lo que refiere a los medios de transmisión del mensaje, actualmente los medios masivos de comunicación ocupan un lugar privilegiado en las campañas electorales. Sin embargo, el repertorio de canales de comunicación política es muy grande y en una campaña se suelen utilizar todos, aunque se privilegien algunos sobre otros. Los principales medios existentes son: comerciales televisivos, afiches y banners, jingles, folletos, volantes, entrevistas, notas periodísticas, conferencias de prensa, debates televisivos, aparición en programas de televisión, gacetillas, correos, llamados telefónicos, correos electrónicos, páginas de internet, redes sociales, actos masivos, movilizaciones, marchas.

3.      La estrategia publicitaria en la campaña electoral: elaboración de la imagen política.
La publicidad política puede definirse como el proceso comunicativo por el cual una fuente (un candidato o un partido político) compra la oportunidad de exponer a los votantes mensajes políticos a través de canales de comunicación masivos, con la intención de influenciar sus actitudes políticas, creencias o comportamientos (Kaid, 1981).
La publicidad moderna se caracteriza por el control del mensaje y la utilización de canales de comunicación masiva para su distribución. Esta publicidad tiene una doble función: una función comunicativa, que es la que denota el contenido explícito –narrativo- del mensaje; y una función persuasiva, que es la connota o sugiere un contenido implícito –valorativo-. Una estrategia publicitaria exitosa es aquella que sabe equilibrar ambas funciones.
A su vez, los efectos que la publicidad política ejerce sobre los votantes, pueden clasificarse en tres (Kaid y Johnston, 2001):
§  Efectos cognitivos: en función de la estructura y el diseño del contenido publicitario, la imagen política será más o menos recordada por el votante.
§  Efectos sobre la percepción de los candidatos: el canal por el cual se distribuye el contenido influye en la percepción del votante de la imagen política del candidato.
§  Efectos en las preferencias: se ha podido constatar en algunos estudios que los spots televisivos producen efectos en el comportamiento de los votantes.

Por último, de acuerdo con Fara (2013) hay cuatro advertencias básicas que se deben conocer sobre las estrategias electorales. En primer lugar, no existe la estrategia perfecta, o dicho de otro modo, ninguna estrategia está libre de costos: todo plan tiene fortalezas y debilidades, oportunidades y amenazas, que es preciso elegir de manera consciente. En segundo lugar, la elección de una estrategia jamás puede ser exclusivamente el resultado de datos de opinión pública. Aunque la opinión y las necesidades de los electores juegan un papel importante, es preciso conjugar esta información con las propias ideas y los datos del contexto político, social y económico.
En tercer lugar, es preciso tener en cuenta que existen tantas estrategias diferentes como personalidades. En este sentido, la mejor estrategia será aquella que pueda ser asimilada o internalizada por el candidato en cuestión. Por último, el autor señala que una estrategia electoral implica siempre una elección de valores. Por eso, el candidato debe tener la última palabra con respecto a qué propuestas de marketing resultan aceptables dentro de su escala de valores.

La importancia de los tiempos en una campaña electoral.


Uno de los elementos más importantes a tener en cuenta a la hora de crear una campaña electoral es el manejo de los tiempos de campaña. De hecho, estos forman parte de la estrategia electoral, pues de otro modo una buena campaña corre el riesgo de perderse en el tiempo.
Por ejemplo, un factor importante a tener en cuenta es que al inicio de la campaña es necesario dirigirse al electorado que más rápidamente se involucra: los votantes más politizados, ideologizados e informados, que suelen ser quienes tienen su voto más delineado de antemano. A este tipo de votantes conviene interpelarlos con un discurso cargado de contenido ideológico, más complejo, a partir de diversos medios informativos como la prensa, la radio, los programas políticos televisivos, etc.
En cambio, hacia el final del proceso, conviene apostar a los votantes más despolitizados, desideologizados y desinformados, quienes sólo a pocos días de las elecciones comienzan a preocuparse por las mismas y suelen decidir su voto de impresiones fragmentadas, incompletas, experiencias personales, emociones o comentarios de allegados. A este público conviene interpelarlo principalmente a partir de la imagen, apelando a aspectos emotivos por canales masivos y simples como los spots publicitarios televisivos.
En el siguiente cuadro, Fara (2013) sintetiza los aspectos generales más importantes del manejo de los tiempos en la elaboración y ejecución de una campaña electoral:


Tabla 1. Los tiempos de la campaña electoral. Elaboración propia en base a Fara (2013)

El inicio de campaña
La mitad de la campaña
El cierre de campaña
Segmentos más importantes
Electores más politizados y participantes
Simpatizantes y personas neutras, razonablemente informadas
Personas desinteresadas en política, poco participantes
Dirigentes políticos, económicos, sociales, militantes
Educación media o alta, de clase media o alta
Sectores sociales bajos, jóvenes, ancianos, poblaciones rurales, mujeres.
Contenidos ideales
Argumentos, ideología, programa
Persuasión argumental y racional, con elementos emotivos
Imagen y emoción
Persuasión argumental, racional, política
Persuasión menos política, uso del humor
Personalización en torno al candidato
Efecto de impacto
Efecto de seducción
Efecto de poder
Medios más adecuados
Prensa (medio central)
Prensa (en menor medida)
TV (medio central)
Radio (contenidos políticos)
Radio (medio central)
Vía pública (segundo medio central)
TV (para efecto de impacto inicial)
TV (pautado, moderado)
Radio (principalmente jingles)
Mailing (para categorías específicas)
Reuniones grupales con el candidato
Acto final de cierre
Reuniones grupales con el candidato
Un acto público de sostén
Prensa (sólo como reflejo del éxito de la campaña)
Actos de campaña (para efecto de impacto inicial)




El marketing político en España


Como ya hemos mencionado, la aplicación del marketing político en España se produce con un retraso de varios años en relación con su desarrollo en Estados Unidos e, incluso dentro de Europa, nuestro país ha sido uno de los más tardíos en lo que refiere a la implementación de este conjunto de técnicas y herramientas para la comunicación política.
Según Luque (1996), esto se debe principalmente a dos factores propios de la realidad nacional:
1.      En primer lugar, el desfasaje que existe en nuestro país en la incorporación del marketing en el ámbito empresarial. En comparación con otros países, en España el marketing ha tenido un desarrollo tardío como práctica habitual de las empresas. En este contexto, su aplicación en el ámbito político también se ha visto demorada.

2.      En segundo lugar, el autor sostiene que la evolución de la situación política nacional no permitió un desarrollo más temprano. En España, recién en el año 1977 se produjeron las primeras elecciones democráticas en una situación “pre-constitucional” en la que la competencia política no tenía reglas claras. Luego, en 1978, las elecciones legislativas, autonómicas y municipales se produjeron en un momento de convulsión, con amenazas de golpes de Estado y reordenamiento de las organizaciones políticas. En este marco, recién en las elecciones legislativas de 1986 aparece un contexto propicio para la clarificación de las reglas competitivas del sistema democrático multipartidista y la aplicación del marketing político.

Desde entonces, el marketing político se ha extendido a una velocidad mayor que en otros países, lo que le ha permitido a nuestro país situarse a la par de otras naciones, al menos en el contexto europeo. Sin embargo, el marketing político y la elaboración estratégica de campañas electorales en España tienen sus rasgos específicos, que resulta interesante analizar.
En primer lugar, podemos analizar la situación del marketing político en relación con los principales partidos político de la democracia española. El PSOE realizó, durante la década del `90, un profundo aprendizaje en lo que refiere a marketing político, apoyado en el trabajo de profesores universitarios militantes y en asesores externos de la agencia publicitaria “Contrapunto” y luego “El Viso”.
Paralelamente, se produjo un acercamiento progresivo entre los dirigentes del PSOE y los responsables políticos del grupo PRISA, editor de El País, propietario de Canal Plus, Digital Plus y SER. Sin embargo, en el año 2000 la campaña política del PSOE fue dispersa e ineficiente, producto de un reordenamiento interno del partido y de las personas encargadas de la comunicación política. Posteriormente, Zapatero asignó las tareas comunicativas a expertos en relaciones públicas y creativos publicitarios. Luego, Alfredo Pérez Rubalcaba nombró como responsable de comunicación a periodistas del grupo PRISA. (Arceo Vacas et al., 1993)
En lo que refiere al Partido Popular, el mismo no incorporó en sus estrategias al marketing político hasta la campaña de Aznar en 1989. Hasta ese momento, sólo contaba con una oficina de prensa que distribuía comunicados y encargaba las campañas a una agencia de publicidad. Con Aznar llegó el sociólogo Pedro Arriola que fue durante años el responsable de los estudios electorales y de su utilización. Así, poco a poco el PP fue aprendiendo la utilización del marketing político. La mejor campaña del PP fue la de las elecciones de 2000, cuando José Aznar consiguió la mayoría absoluta. La campaña enumeraba los logros del gobierno en materia de infraestructura, lucha contra el desempleo y equiparación de género, y su slogan fue la frase “vamos a más”. (Sádaba, 2003)
Otros actores políticos también intervienen en las campañas políticas de manera indirecta, como grupos de poder que tienen influencia social y juegan un rol, ya sea apoyando a un candidato o criticándolo públicamente. Podemos mencionar, por ejemplo, las declaraciones de obispos, la adjudicación preferencial de créditos a ciertos partidos por parte de los bancos (Arceo Vacas et al., 1993), los foros sociales, los grupos empresarios y los sindicatos.
En segundo lugar, podemos decir que las campañas políticas españolas están fuertemente centradas en los medios de comunicación masivos, que son el escenario privilegiado por el cual los partidos y candidatos se dan a conocer y posicionan su propuesta política (Wolton, 1995)  Pero a su vez, es preciso señalar que una buena parte de los grupos multimedia están divididos en dos bloques enfrentados que brindan apoyo a diferentes partidos.
El grupo PRISA, como ya hemos dicho, está alineado con el PSOE, y esto se evidencia no sólo en los habituales contenidos de los medios del grupo sino también en que la mayoría de los responsables de prensa de los ministerios durante los gobiernos socialistas son profesionales de este grupo.
Por su parte, el diario El Mundo, ABC, La Gaceta, El Imparcial, así como la cadena radiofónica Cope y comentaristas políticos sueltos, brindan su apoyo al PP, ya sea como gobierno o como oposición. Esta polarización de los medios de comunicación puede observarse diariamente en los contenidos televisivos, en la agenda que imponen unos y otros medios, en el tipo de noticias que priorizan, en el cubrimiento que realizan de cada campaña, etc.
Otra característica peculiar de España es que los debates electorales televisados se han incorporado en la historia reciente de la democracia española: la primera experiencia se produjo en las elecciones de 1996, entre Aznar y Felipe González. Esta experiencia no fue repetida en las elecciones del año 2000 y tampoco en las de 2004. Recién en el año 2008 esta experiencia fue reeditada por Zapatero y Rajoy, que brindaron un debate organizado por la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión en los locales de la Feria de Madrid. También en el año 2012 se realizó un debate de estas características. Es interesante señalar también que estos debates se realizan sólo entre las dos fuerzas políticas mayoritarias, lo que contribuye a reforzar el bipartidismo.
Por otra parte, es importante remarcar que los spots televisivos constituyen el centro de la campaña electoral en televisión. Actualmente se trata de spots cortos, que ocupan 4 minutos el día de inicio de la campaña y luego sólo 30 segundos diarios.
En lo que refiere a la radiodifusión, España tiene un funcionamiento distinto a la mayoría de los países europeos. En nuestro país, las emisoras de radio privadas pueden vender libremente espacios publicitarios electorales siempre que el precio del tiempo publicitario sea igual al que se cobra a clientes privados. La prensa escrita, por su parte, publica constantemente resultados de encuestas y se elaboran títulos con tono predictivo. Cada diario tiene una empresa de sondeos que hace su trabajo a cambio de publicidad.
Por último, el discurso electoral en España está atravesado por un carácter polémico y confrontativo. Desde los medios de comunicación se busca la alusión de unos candidatos a otros y muchas veces se establece una dinámica de declaraciones y contradeclaraciones entre los referentes de las distintas fuerzas políticas. (Sádaba, 2003)
En lo que refiere al uso de internet, recién en el año 2004 se generaliza su utilización en campañas electorales (Contijoch, 2005). Actualmente, a partir de las redes sociales, se ha vuelto uno de los instrumentos de campaña más importantes luego de la televisión, la radio y  la prensa. El uso de facebook y twitter ha permitió captar un público nuevo, principalmente jóvenes alejados de la política tradicional.
















Bibliografía


Agranoff, R. (1976). The management of election campaigns. Nueva York: Holbrook.

Alberto P. R. (2005). Estrategias de comunicación. Barcelona: Ariel

Alonso Rivas, J. y Menéndez Roces, C. (1983). Marketing electoral. En el laberinto de la experiencia española. Madrid: Ibérico Europea de Ediciones.

Arceo Vacas, J. L. (2005) El modelo de comunicación del PP. Revista Análisis, 32, 15-34.

Assifi y French (comp.) (1991). Guía para la Planificación de la Comunicación en apoyo a Campañas de Desarrollo Rural. Serie Técnica, Manual Técnico No. 5. Centro Agronómico Tropical de Investigación y de Enseñanza, CATIE. Programa Asiático y del Pacífico de Capacitación para el Desarrollo y Planificación de la Comunicación del PNUD.

Atkin, C y G. Heald (1976). Effects of political advertising. Public Opinion Quarterly, 40, 216-228.

Baena P. G. (1998). Credibilidad política y marketing mix. México, D.F.: Mc Graw Hill.

Barranco Saiz, F. (1982). Técnicas de marketing político, Madrid: Ediciones Pirámide.

Barranco Sáiz, Francisco J. (1997). Técnicas de marketing político. México, D.F: Editorial Rei.

Canel, M. J. (2006) Comunicación política: una guía para su estudio y su práctica. Madrid: Tecnos.

Chaffee, Steven H. (1975). "The Diffusion of Political Information". En Steven H. Chaffee (ed.) Political Communication: Issues and Strategies for Research (pp. 85-128). Beverly Hills: Sage.
Contijoch, Marta (2005). L’irrupció d’Internet a la comunicación política dels partits,  Trípodos, 17.

Conover, P. J. y Sapiro, V. (1993). Gender, Gender Consciousness and War. American Journal of Poplitical Science, 37, 1079-1099.
Diamond, E y Bates, S. (1984). The spot: The use of political advertising on television. Cambridge, MA: MIT Press.

Downs, A. (1957). An Economic Theory of Democracy. New York: Harper y Row.

Fara, C. (2013). Estrategias de campaña. En Fara et al. Acciones para una buena comunicación en campañas electorales (pp. 71-110). Buenos Aires: Konrad Adenauer Stiftung.

Fernández C. C., Hernández S. R y Ocampo J. E. (2007). Marketing político e imagen de gobierno en funciones. México, D.F.: Mc Graw Hill.

Fite, D., Genest, M. y Wilcox, C. (1990). Gender Differences in Foreingn Policy Attitudes: A Longitudinal annalysis, American Politics Quarterly, 18, 492-512.

García B., D´Adamo, O. y Slavinsky, G. (2007). Comunicación política y campañas electorales. Estrategias en elecciones presidenciales. Barcelona: Gedisa.

Godwin, R. (1988). One billion dolars of influence: The direct marketing of politics. Chatman, NJ: Chatman House.

Kaid, L.L. (1976). Measures of political advertising, Journal of Advertising Research, 16, 5, 49-53.

Kaid, L. L. (1981). Political advertising. En Nimmo y Sanders (comps.). Handbook of Political Communication (pp. 249-271). Beverly Hills, CA: Sage.
Kaid, L. L. y Johnston, A. (2001). Videostyle in Presidential Campaigns: Style and Content of Televised Political Advertising. Westport, CT: Praeger/Greenwood.

Kelley, S. (1956). Professional public relations and polítical power. Baltimore: The Hohn Hopkins Press.

Kelley, S. (1960): Political Campaigning. Washington DC: Brookings Institution.

Kotler, P. (1975). Overview of political candidate marketing, Advances in Consumer Research, 2, 761-769.

Lees-Marshment (2001). Political Marketing and British Political Parties: The Party’s Just Begun. Manchester Manchester: University Press.

Lindon, D. (1976). Marketing politique et social. Paris: Dalloz.

Luque, T. (1996). Marketing político: un análisis del intercambio político. Barcelona: Editorial Ariel.

Maarek, P. (1997). Marketing político y comunicación. Barcelona: Paidós.

Marti, C. (1988). Clausewitz et Campagnie, Review Francaise de Marketing, 16, 1, 7-11.

Martín Salgado, L. (2002). Marketing político. Arte y ciencia de la persuasión en democracia. Barcelona: Paidós.

Martínez Pandiani, G. (2001). Marketing político. Campaña, medios y estrategias electorales. Buenos Aires: Ugermen Editor.

Martínez Silva, M. y Salcedo, A. R. (1998). Manual de Campaña. Teoría y Practica de la Persuasión Electoral. México: Colegio de Ciencias Políticas y Administración Pública.

Mauser, G. (1983). Political marketing: An approach to campaign strategy. Nueva York: Praeger.

May, A. M. y Stephenson, K. (1994). Women and the Great retrenchment: The political Economy of the Gender in the 1980s,  Journal of Economics Issues, 28, 533-542.

Mazzoleni, G. (1991). Emergence of the candidate and political marketing: Television and election campaigns in Italy in the 1980s, Political Communication and Persuasion, 8, 201-212.

McGuinniss, J. (1969). The Selling of The President. Nueva York: Trident.

Newman, B. y Sheth, J. (1987). A theory of political choice behavior. New York: Preager.

Nimmo, D. (1970). The political persuaders. Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall.

Norris (2002). Campaigns communications. En Leduc, Niemi y Norris (eds.) Comparing Democracies 2. New Challenges in the study of elections and voting (pp. 127-147). Londres: Sage.

Orosa González, J. (2009). El marketing de los partidos políticos. Erasmus ediciones: España.

Ortiz Cabeza, F. (1983). Guía de marketing político. Cómo actuar para llegar y mantenerse líder, Madrid: Ediciones Esic.

Patterson, T. (1980). The mass media election. Nueva york: Praeger.

Periañez Cañadillas, I. (2000). Marketing político. En Aguirre García, S. Marketing en Sectores Específicos. Madrid: Editorial Pirámide.

Perry, R. (1984). The programming of the president. London: Aurum.

Robertson, D. (1976). A Theory of Party Competition. London: John Wiley y Sons.

Rosenbloom, D. L. (1973). The election men: Professional campaign managers and American democracy. Nueva York: Quadrangle.

Sádaba, T. y Varas, M. A. (2003). Elecciones 2000: Carrera de caballos y partidismo mediático, ZER, Revista de Estudios de Comunicación, 141, 59-74

Shama, A. (1974). Political Marketing: A study of voter decision-making process and candidate marketing strategy, Annual Proceedings of the American Marketing Association, 4, 381-385.

Steinberg, A. (1976). The political Handbook. Lexington, MA: Lexington Books.
Veron (1997). De la imagen semiológica a las discursividades. El tiempo de una fotografía. En Veyrat-Masson, I. y Dayan, D. (ed.) Espacios públicos en imágenes (pp. 47-55). Barcelona: Gedisa.

Wagen, E. (1983). Polit-marketing: Das marketing-management der politschein partein. Opladen, Alemania: Westdeutscher Verlag.

Welch, S y Hibbing, J. (1992). Financial Conditions, Gener and Voting in American National Elections, Journal of Politics, 54, 194-213.

White, T. (1962). The making of the president 1960. London: Cape.

Wolton, D. (1995). El nuevo espacio público. La Comunicación política: construcción de un modelo. Barcelona: Gedisa.


Wring, D. (1997). Reconciling Marketing with Political Science: Theories of Political Marketing, Journal of Marketing Management, 13, 651-664.

No hay comentarios:

Publicar un comentario